Avidya, la raíz del sufrimiento.
«Permite que el silencio te lleve al centro de la vida »
Rumi
अनित्याशुचिदुःखानात्मसु नित्यशुचिसुखात्मख ्यातिरविद्या ।
anityāśuci-duḥkhānātmasu nitya-śuci-sukhātma-khyātir avidyā |
(Yoga-sūtra: 2.5)
anitya = impermanente; aśuci = impuro;
duḥkha = doloroso; anātmasu = no-Yo;
sukha = placentero; Atma = Yo;
khyātir = cognición; avidyā = ignorancia.
La ignorancia se refiere a lo impermanente como permanente, lo impuro como puro. Lo doloroso como placentero, y al no-Yo como al Yo.
Originalmente presente en textos védicos, como el Rigveda, avidya es un término que significa «ignorancia» o «falta de conocimiento» sobre la verdadera naturaleza de la realidad. No es ignorancia en el sentido común de falta de información, sino una profunda desconexión de nuestra verdadera esencia. Avidya es la raíz de la identificación errónea con el ego , el cuerpo y la mente, en lugar de con el atman , la conciencia o el Ser puro que trasciende todas las limitaciones.
Antes de continuar, vamos a para un momento para hacer de esto algo práctico y no simplemente tragar contenido. Así que ahora te invito a que observes la imagen que he puesto aquí para que reflexiones un momento sobre una mujer con un farol encendido y un velo en los ojos. Simplemente contempla la imagen y deja que aparezca el contenido.

Gracias.
Ahora esa imagen tiene tu significado y eso te habla de lo que llamas «yo», dicho de otro modo la imagen ahora es lo que tu dices que es porque depende de tus pensamientos sobre ella, del mismo modo el «yo». ¿entiendes por dónde va la cosa?
Vamos ahora a seguir adentrándonos en el tema…
La presencia de Avidya en tu vida
Tu cuerpo, mente, emociones, preferencias como todo lo que te rodea, están en continuo cambio todo el tiempo. Sin embargo no reconocer esta verdad puede llevarte a suponer, por ejemplo: Hoy es lunes, y como ya has estado en muchos lunes antes, sabes lo que sucederá hoy, porque es lunes. También puedes suponer que tendrás muchos lunes por delante. Estas dos suposiciones no reconocen que hoy es un día único, que no se repetirá y que nadie sabe cuantos días más le quedan.
Es en este punto en el que comienza la trama a ponerse interesante por que date cuenta de una cosa, entender lo falso de estas suposiciones implica que hoy es relevante, que este momento es la cumbre de cada uno de los momentos precedentes y el punto de partida del resto de tu vida. No entenderlo te lleva a no prestar atención y entretenerte con interminables conversaciones internas.
Entonces avidya actúa como una especie de «velo» que oculta la verdad de nuestra naturaleza esencial. Bajo el efecto de avidya, creemos que somos individuos separados, lo que genera apego, aversión, miedo y deseos insaciables. Esta identificación con el «yo» limitado nos hace buscar la satisfacción en cosas externas, dejando un vacío profundo y una sensación de carencia que nunca parece llenarse completamente.
Puesto que la visión equivocada de que las personas y las cosas existen de forma independiente es la causa de todas las demás visiones y emociones contraproducentes, uno de los mejores métodos para superar esa visión errónea es reflexionar sobre el hecho de que todos los fenómenos se originan de forma dependiente. Como dice Nagarjuna:
«Para que haya largo ha de haber corto.
Uno y otro no existen por su propia naturaleza»
El origen dependiente de las cosas hace referencia al hecho de que todos los fenómenos transitorios ―físicos, mentales y demás― nacen dependiendo de ciertas causas y condiciones. Todo lo que se origina dependiendo de ciertas causas y condiciones no funciona exclusivamente por sí mismo.
Vamos a parar otro ratito que ya parece esto física cuántica… Ahora lee estas preguntas y después cierra un momento los ojos y simplemente quédate en la que más fácil te resulte responder… Entonces si te preguntas ¿ quién soy yo? sobre qué te estás preguntando ¿es el yo algo concreto?, ¿tiene forma por sí mismo?, ¿es el yo permanente? es decir ¿siempre has sido esto que llamas yo ahora? ¿es el yo dependiente de algo o no?
Cómo trabajar Avidya
Superar avidya no es una tarea simple, ya que implica reestructurar profundamente la forma en que percibimos la realidad.
Más aun cuando se nos dice que todo en este mundo de ilusión (Maya) esta aquí para que suframos, así cuanto más amas, más puedes sufrir. Y este es el punto de acción, que aunque el sufrimiento existe en todas direcciones, sufrir es opcional.
El maestro Ramana Maharshi fue uno de los grandes investigadores de la verdad del sí mismo en los términos de avidya. El método para la indagación en sí mismo que enseñó va más allá de la filosofía o de la psicología, ya que no se trata de indagar en las cualidades del «ego», sino en el «Ser» resplandeciente, sin cualidades, que existe para nosotros cuando el «ego» deja de actuar. Lo que la mente tiene que hacer no es tratar de encontrar respuestas, sino simplemente mantenerse quieta a fin de que la verdadera respuesta pueda surgir. No sería correcto adormecer la mente a fuerza de repetir el «¿Quién soy yo?», que era la fórmula que él aconsejaba (Vichara). Lo que había que hacer era formularse esta pregunta una sola vez y luego concentrarse, tratando de encontrar la fuente del «ego», impidiendo la aparición de pensamientos. El encontrar la fuente del «ego» implica concentración sobre el centro espiritual del cuerpo («el corazón en el lado derecho»), según explicaba el Maharshi, y así, concentrándose e impidiendo la aparición de pensamientos, no había que sugerirse ninguna respuesta. La «verdadera» aparecería por si misma; ninguna respuesta que el «ego» pudiera dar, sería la auténtica.
El método del Maharshi para la búsqueda del Ser abarca el Karma-marga así como el Jnana-marga (el camino de la acción y el camino del Conocimiento), ya que este método debe ser utilizado no solo como meditación sino también durante los conocimientos de la vida, atacando las manifestaciones del egoísmo, preguntándose constantemente a quién suceden la buena o la mala fortuna, el triunfo o el fracaso, etc. etc. De esta manera, las circunstancias de la vida, lejos de ser un obstáculo para la sadhana (la práctica), se convierten en sus instrumentos. Por lo tanto él desanimaba siempre a aquellos que le preguntaban si debían abandonar la vida mundana; por el contrario, él les alentaba a cumplir sus tareas en la vida en forma inegoísta y renunciando a los frutos de sus acciones.
Algunas prácticas recomendadas desde el yoga son:
- Jñaña Yoga : La vía del conocimiento, que implica el estudio de las escrituras (como los Upanishads y el Bhagavad Gita), el discernimiento ( viveka ) entre lo real y lo irreal, y la introspección. A través de la autoindagación y el análisis de las enseñanzas, uno cultiva la sabiduría necesaria para comprender la ilusión de la separación.
- Meditación y Práctica Contemplativa : Meditar sobre la naturaleza del «yo» puede revelar la transitoriedad de las emociones, pensamientos y sensaciones. Esto ayuda a desidentificar la mente y el ego, llevándonos a una comprensión más profunda de nuestra naturaleza como conciencia.
- Vairagya : Desarrollar desapego o no-apego hacia los objetos de deseo externos y las emociones pasajeras ayuda a romper la dependencia en las experiencias sensoriales como fuente de satisfacción. la práctica te conduce en la dirección correcta, mientras que el desapego te permite continuar con el viaje interior sin desviarte en los dolores y placeres en el camino.
Relación con la mente
Para hablar de la mente primero hay que hablar del cerebro y su influencia en la mente. El cerebro no busca la verdad sino sobrevivir, y expandirse en segundo termino. Aquí hay un factor que es esencial, tu respuesta a cualquier amenaza va instintivamente a buscar alejarte de la amenaza. Veamos un ejemplo, si por cualquier razón, he cogido miedo a las arañas mi instinto va a ser alejarme de «esos bichos» y por lo tanto voy a ceder, a un pequeño animal, el control sobre mi cuerpo o mi estado mental y emocional.
Llegamos a la vida dotados de unos programas que se ponen en marcha automáticamente -respirar, comer, dormir, huir del dolor, etc.- y de unos sistemas de dirección para actuar en una realidad que desconocemos. Son pulsiones básicas que nos incitan a actuar. De esta energía básica va a depender nuestra conducta. Sin embargo, su poder es limitado. Nos lanza hacia el futuro, pero no nos indican el camino.
La realidad solo existe en nuestra mente ya que dependiendo con qué velo lo miremos lo interpretaremos de una forma u otra. La ignorancia nos ata al sufrimiento, de modo que es preciso reconocerla claramente. Para ello debemos considerar cómo aparece en la mente esta falsa cualidad de existencia intrínseca, cómo la mente la acepta y cómo basa tantas de sus ideas en este error fundamental.
La mente bajo avidya funciona como una máquina de proyecciones, llena de ideas falsas sobre el «yo» y el «otro». En la práctica de yoga, la mente debe ser vista como un instrumento, no como el dueño de la realidad. Al observar los pensamientos sin identificarse con ellos, podemos experimentar la libertad y claridad. Esta relación de observación es clave para cultivar una mente quieta y ecuánime, en lugar de ser controlada por los impulsos y deseos egoicos.
Vamos a parar otra vez… ahora te propongo que de nuevo cierres los ojos, y te pongas a recordar desde este instante en el que estas aquí con los ojos cerrados hasta el momento en que te has levantado esta mañana…
Este pequeño ejercicio te muestra de que forma estas coloreando tu mente, que has recordado así surge tu sensación de tiempo, dependiendo de que has recordado te dará una visión de que miras y que no…has recordado emociones de hoy, pensamientos, ideas, dolor , alegría, comida , agenda, personas… este ejercicio hablare en otros artículos mas en detalle sobre su función.
La Urgencia de la Autoindagación y las Relaciones de Valor en Tiempos Modernos
Tim Harris, experto tecnólogo, escribe: “Puedo ejercer control sobre mis dispositivos digitales, pero sin olvidar que al otro lado de la pantalla hay un millar de personas cuyo trabajo es acabar con cualquier asomo de responsabilidad que me quede”. Su testimonio es relevante porque formó parte como experto de ese millar de personas, mientras trabajaba en Apple, Wiki, Apture, y Google.
En la era digital, vivimos inmersos en un flujo constante de información y estímulos, que nos bombardean desde todas las direcciones a través de pantallas y redes sociales. Esto ha intensificado la desconexión con nuestro verdadero yo, sustituyendo el espacio de introspección y de quietud con una búsqueda continua de validación externa o información. Más que nunca, esta sobrecarga subraya la urgencia de la autoindagación como práctica fundamental.
La autoindagación —explorar quién soy realmente más allá de los roles y etiquetas— se convierte en un antídoto para esta dispersión de la atención. Sin esta práctica, nos volvemos dependientes de la «realidad» superficial que proyectamos en redes y del reconocimiento de los demás, perdiendo el contacto con nuestro propio valor interno. Este proceso no solo tiene que ver con uno mismo; También implica construir relaciones de valor, conexiones humanas profundas que no buscan solo validación, sino que reflejan y apoyan nuestro viaje hacia el verdadero yo. Estas relaciones nos brindan un espejo para observarnos y nos invitan a una autenticidad que no se puede simular.
La Responsabilidad de Mirar Hacia Dentro
Además, vivimos en una cultura que promueve la búsqueda de guías, gurús y «maestros» para casi todas las áreas de la vida. Aunque estas figuras pueden ser útiles en ciertos momentos, existe una tendencia a depender excesivamente de las experiencias ajenas, en lugar de desarrollar una relación genuina con nuestra propia verdad. La auténtica responsabilidad sobre la existencia radica en renunciar a la búsqueda incesante de confirmación y validación en los demás y en las enseñanzas externas. En última instancia, ningún maestro externo puede ofrecer una comprensión directa del yo; solo podemos alcanzarla mirando hacia dentro y reconociendo la fuente de todo conocimiento en el espacio interno de quietud.
Esta reflexión nos invita a redefinir nuestra relación con el conocimiento: en lugar de buscar experiencias de otros como verdades definitivas, podemos verlas como inspiraciones o señales en nuestro camino, pero nunca como sustitutos de nuestro propio descubrimiento. Tomar esta responsabilidad significa abandonar la búsqueda de respuestas en el exterior y confiar en que, al observar con paciencia y sinceridad nuestra mente y nuestro corazón, emergerá la claridad que hemos estado buscando.
La vacuidad
La vacuidad no es la nada, sino la naturaleza real de los fenómenos.
Cuando hablamos de vacuidad, hablamos de una ausencia de formas imposibles de existencia.
Tenemos el “yo” convencional, pero proyectamos o sobreponemos en él la concepción errónea de que existe como un “yo” falso, el pequeño controlador en nuestra cabeza. En cierto sentido, le damos el nombre equivocado, la etiqueta equivocada. Creemos que este controlador en nuestra cabeza es el “yo” real, el “yo” verdadero.
Por ejemplo, imagina que piensas: ¡Soy un verdadero IDIOTA! ¡Lo hice de nuevo! ¡Siempre estoy diciendo las cosas equivocadas! ¡Soy un idiota! ¡No sirvo para nada!”. Lo que está ausente es que este “yo” idiota sea verdaderamente real. Tenemos un concepto de un “yo” idiota e inútil – ese concepto existe – . Pero a lo que el concepto se refiere (un “yo” que realmente existe como un verdadero idiota), eso está ausente; no existe tal cosa. Simplemente imaginamos que este “yo” convencional existe como el “yo” falso. Esa es una forma imposible de existencia. Convencionalmente, podríamos haber dicho algo estúpido, pero nadie puede existir como total, única y exclusivamente estúpido.
«Tenemos que entender el origen dependiente de todos los agentes, acciones y objetos como la negación de su existencia intrínseca, y ver que la dinámica de causa y efecto decididamente existe. Demostramos que un objeto está vacío o carece de existencia intrínseca partiendo de que tiene un origen dependiente, de modo que la dinámica que se origina dependientemente, como la de causa y efecto, es totalmente viable. La vacuidad no es un vacío absoluto que niega la existencia de todos los fenómenos, sino la ausencia de existencia intrínseca. Los fenómenos están vacíos de esa condición, no están vacíos de sí mismos; una mesa está vacía de existencia intrínseca, no está vacía de ser una mesa. Así, como consecuencia de esta vacuidad ―como consecuencia de la ausencia de existencia intrínseca― el agente, la acción y el objeto son posibles.
Visto así, la vacuidad implica que el objeto ha de existir, pero que existe de una forma diferente de como imaginábamos. Una vez que hemos entendido la vacuidad, no basta con afirmar que los fenómenos existen; debemos poseer una percepción clara de cómo existen. Necesitamos saber, en lo más hondo de nuestro ser, que comprender el origen dependiente conduce a comprender la vacuidad, y que comprender la vacuidad conduce a comprender el origen dependiente.
La ignorancia no es solo diferente del conocimiento, sino lo opuesto al conocimiento. Al depender de las apariencias, la ignorancia atribuye a las personas y a las cosas una concreción que, en realidad, no tienen. La ignorancia quiere hacernos creer que estos fenómenos existen por sí mismos, y guiados por ella nos parece que lo que vemos a nuestro alrededor existe de manera independiente, sin depender de otros factores, pero no es así. Al dar a las personas y a las cosas que nos rodean esa posición exagerada, nos vemos arrastrados hacia toda clase de emociones desaforadas y, a la larga, dañinas.
Reconocer esta falsa apariencia de las cosas y reconocer nuestra tácita aceptación de esta ilusión es el primer paso para comprender que nosotros y el resto de los seres, así como los objetos, no existimos como parece, no existimos de forma tan concreta y autónoma. El proceso de llegar a evaluar con exactitud lo que somos realmente requiere que nos percatemos de la discrepancia entre cómo aparecemos en nuestra mente y cómo existimos en realidad. Y lo mismo en el caso de las demás personas y los demás fenómenos del mundo. » Dalai Lama
Conclusión inconclusa
Todo lo expuesto es un recordatorio de que, aunque el mundo externo esté lleno de distracciones, la verdadera claridad y satisfacción provienen de cultivar una conexión genuina con nosotros mismos. Aceptar la vacuidad de las cosas y reconocer nuestra interdependencia con el mundo que nos rodea no solo nos libera del sufrimiento, sino que también nos permite experimentar la vida de manera más plena y auténtica.
Así, al final, el desafío no es solo entender la teoría de avidya, sino llevar esa comprensión a la práctica diaria. Reflexionar sobre nuestra relación con el «yo», la mente y las experiencias externas puede ser el primer paso hacia una vida más consciente y significativa. Este camino de autodescubrimiento, aunque lleno de obstáculos o aprendizaje, es también una fuente de profundo crecimiento personal y espiritual.
Paz, alegría y libertad para todos los seres
Si quieres profundizar en este u otros temas relacionados puedes ponerte en contacto conmigo y estaré encantado de atenderte

Un comentario en “Avidya: La Raíz del Sufrimiento”